"No existe familia perfecta. No tenemos padres perfectos, no somos perfectos, no nos casamos con una persona perfecta ni tenemos hijos perfectos. Tenemos quejas de unos a otros.
Nos decepcionamos los unos a los otros. Por lo tanto, no existe un matrimonio saludable ni familia saludable sin el ejercicio del perdón.
El perdón es vital para nuestra salud emocional y sobrevivencia espiritual. Sin perdón la familia se convierte en un escenario de conflictos y un bastión de agravios.
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Había una vez dos hermanos, uno rico y otro pobre. El rico, sin embargo, nunca ayudaba al pobre, el cual se ganaba escasamente la vida comerciando maíz, y a veces le iba tan mal que no tenía para el pan de su esposa e hijos. Una vez, cuando el pobre iba con su carreta por el bosque, miró hacia un lado, y vio una grande y pelada montaña, que nunca antes había visto. Él paró y la observó con gran asombro.
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